Viaje en Marzo por Nagano, Matsumoto y Takayama

La primera vez que viaje a Japón utilicé el Japan Rail Pass para hacer la ruta clásica: Tokio-Osaka-Kioto-Tokio. El trayecto incluía viajar en el icónico tren bala Shinkansen, que llega a los 320 km/h. y está diseñado para reducir su consumo de energía.
En mi segundo viaje al país, el tren me llevó a Nagano, Matsumoto, Takayama y Shirakawa-go, y es en este viaje en el que se basa mi relato.
Shirakawa-go

Shirakawa-go a finales de Marzo
Llegué a Shirakawa-go 1 en una soleada mañana de marzo. Al bajar del bus proveniente de Takayama, opté por un camino más largo, pero también más tranquilo. La nieve alta cubría el sendero, y con cada paso mis pies se hundían hasta las rodillas.
Sin embargo, el esfuerzo valió la pena: al final del recorrido, nos encontramos con una vista espectacular de la romántica Shirakawa-go, un pueblo escondido en un valle al pie de las montañas, rodeado de majestuosos cedros espolvoreados por nieve.

No en vano el pueblo ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y es famoso por sus casitas con techos de paja en el estilo gassho-zukuri. Shirakawa-go es particularmente visitada en enero y febrero por miles de visitantes que llegan los fines de semana para verla completamente iluminada (Light up event).

Aunque por momentos Shirakawa-go pueda parecer demasiado turístico, esto no le quita su autenticidad, y recorrerlo es una forma maravillosa de sumergirse en las tradiciones japonesas de antaño.
Durante mi paseo, caminé entre las casitas de madera con techos de paja, esparcidas a lo largo del pueblo. La calle principal lo dividía en dos partes. A cada lado, había restaurantes, cafés, pequeños puestos de comida tradicional y tiendas de souvenirs, que los lugareños amablemente introducían a los turistas.
Aunque pasar la noche en el pueblo, al terminar la mañana continuamos nuestro viaje de regreso para explorar la ancestral Takayama.
Takayama

El río en Takayama
Takayama es una ciudad antigua que se remonta al siglo XVI, rodeada por los Alpes Japoneses. Allí caminamos a lo largo del río en busca de templos y santuarios que datan de la época de Edo. La tarde era soleada y el cielo azul y despejado, pero el aire era muy frío. Buscando refugio, encontramos una bodega artesanal de sake.

El centro histórico de Takayama
El dueño de la bodega, un señor japonés de trato amable, nos recibió con una sonrisa. En inglés y, con paciencia y orgullo, nos explicó el proceso de elaboración del sake. Nos habló de cómo seleccionaban el arroz y de cuál era el tiempo de fermentación que debía pasar en los grandes tanques verdes para lograr el equilibrio perfecto.

Tanque de fermentación de Sake
Con pasión, compartió algunos detalles detrás de su oficio y nos invitó a degustar diferentes tipos de sake. Ya había probado varios, pero mi favorito fue el suave y afrutado de melocotón; su dulzura lo hacía increíblemente fácil de beber y disfrazaba su alto contenido de alcohol.
Al salir de la bodega, con el calor del sake aún en el cuerpo y el flaqueo en las piernas, el aire frío nos pareció menos hostil.

Detalles de madera en el santuario Sakurayama Hachimangu
Caminamos por las calles de Takayama, entre fachadas de madera oscura, faroles tenues y con las imponentes montañas como telón de fondo.
El paseo nos llevó hasta un santuario sintoísta, Sakurayama Hachimangu, un lugar tranquilo para reflexionar. Pero también para apreciar el talento de los maestros carpinteros de la región.

Omikuji en el santuario Sakurayama Hachimangu
Entre los troncos gruesos de dos cedros, cientos de tiritas blancas ondeaban con el viento: aprendí que eran omikuji, predicciones de la fortuna que los visitantes dejaban atadas con la esperanza de atraer la buena suerte o alejar la mala.
Al final del día, disfrutamos de una rica cena en uno de los izakayas de la ciudad y pernoctamos en Takayama para, al día siguiente, continuar nuestro viaje a Matsumoto.
Matsumoto

Tapas de Alcantarillas decoradas en Matsumoto
Mientras cruzábamos el río en busca del castillo de Matsumoto, conocido como el ‘Cuervo Negro’ por su elegante estructura oscura, nos llamaron la atención las tapas de las alcantarillas, decoradas con motivos coloridos que me recordaban el arte de Yayoi Kusama, quien nació en esta ciudad y tiene una exposición permanente en Matsumoto City Museum of Art.
Ya habíamos visitado el castillo de Himeji en nuestro primer viaje a Japón y estábamos ansiosos por conocer el de Matsumoto. Fue construido a finales del siglo XVI y es uno de los más antiguos y mejor conservados del país. Pero también es emocionante pasear por los alrededores.

El castillo de Matsumoto
Pasamos un buen rato sentados en un banco, vianedo a las carpas curiosas que emergían del agua con sus grandes bocas en busca de migas de pan.
Perdidos por una de las calles de Matsumoto, encontramos un pequeño restaurante de soba. El lugar era sencillo y rústico, perfecto para almorzar. La cocina abierta nos permitía ver los gigantes ollones donde sumergían en agua hirviendo los fideos de soba, hechos con la cosecha más reciente.

Restaurante de soba en Matsumoto
Nos sentamos en una larga mesa de madera rústica y disfrutamos de un humeante tazón de soba acompañado por vegetales crujientes al estilo tempura, con una delicada flor de zanahoria que adornaba el plato. ¡Los japoneses cuidan cada detalle en la presentación de sus comidas!

Soba con tempura en un restaurante en Matsumoto
Al día siguiente, seguimos nuestro viaje en tren hacia nuestro próximo destino la ciudad de Nagano que es la capital de la prefectura de Nagano, una región famosa no solo por su historia y su naturaleza, sino también por sus peculiares habitantes, los macacos de Jigokudani.
Nagano

La ciudad de Nagano
Nagano es una ciudad moderna con una gran oferta de hoteles y un excelente lugar para pasar la noche. Desde allí fue muy conveniente usar el transporte público para explorar la región.
Los macacos de Jigokudani

Los macacos de Jigokudani, Nagano.
A la mañana siguiente, fuimos en busca de los famosos macacos de Jigokudani, aquellos que habíamos visto en documentales, rodeados de nieve y disfrutando de las aguas termales.
Estos monos viven en una de las zonas más frías de Japón y han aprendido a refugiarse del invierno sumergiéndose en las aguas calientes del parque.
Aunque al llegar no encontramos nieve, un sol brillante iluminaba el paisaje, y las familias de macacos rondaban e interactuaban libremente entre ellas, completamente acostumbradas a las cámaras y a la algarabía de los visitantes.
El Templo Zenko-ji

El Templo Zenko-ji
En Nagano, visitamos también el Templo Zenko-ji, uno de los templos budistas más importantes y antiguos de Japón. Para llegar allí, caminamos por una calle llena de pequeñas tiendas tradicionales, donde se vendían souvenirs, amuletos y dulces típicos.

Waraji camino al templo Zenko-ji
Camino al templo Zenko-ji, me llamó la atención un rincón lleno de sandalias de paja colgadas cuidadosamente en una cerca con estacas de madera. Eran waraji, el calzado que, en tiempos antiguos, usaban los peregrinos para recorrer largas distancias hasta los templos.
Se dice que dejarlas allí es una ofrenda para pedir protección en los viajes o un gesto de gratitud por haber llegado sanos y salvos. ¡Cuántos peregrinos habrán caminado hasta este lugar sagrado con la esperanza de una bendición!
El Santuario Togakushi Jinja

El Santuario Togakushi Jinja
En busca de naturaleza, viajamos poco más de media hora para llegar a las montañas y visitar el santuario Togakushi Jinja. El contraste con el paisaje urbano era increíble: la nieve cubría el suelo y los majestuosos cedros se alzaban en contraste con el cielo azul.

Los alrededores del Santuario Togakushi Jinja
Mientras explorábamos los alrededores, vimos a una pareja salir del santuario, vestidos con trajes tradicionales. Ella llevaba un colorido kimono; él, un elegante montsuki negro, con mucho cariño sujetaba el delicado parasol rojo mientras caminaban cuidadosamente sobre la nieve resbaladiza, pero con paso firme a pesar de llevar las sandalias tradicionales japonesas.
Viajar en tren por Japón

Viajar en tren por Japón
Viajar en tren ha sido romantizado en muchos relatos y envuelto en un aire de nostalgia. Sin embargo, más allá de la poesía, sigue siendo una de las formas más auténticas y sustentables de recorrer un país.
Durante este viaje, pude desplazarme con libertad y comodidad en tren, usar transporte público y caminar mucho, ¡algo que me encanta! Todo esto, sin la necesidad de depender de un auto.
Espero que en el futuro haya más trenes que nos lleven a conocer los hermosos lugares de nuestro planeta y que estén al alcance de más personas.
Y, por supuesto, ¡espero poder regresar a Japón!
- Para llegar desde Takayama hasta Shirakawa-go, utilicé Japan Bus Online. Tenía algunas dudas antes de reservar, así que contacté al servicio al cliente, me ayudaron a completar la compra. Si por algún motivo no logran hacer la reserva, también pueden probar con la compañía Nohi Bus. El viaje dura una hora. ↩︎
