
Selva amazónica de Tambopata
Ante la inmensidad de la selva amazónica del Perú, es difícil decidir adónde ir, si el lugar que tienes en mente es accesible y en quién puedes confiar para llegar a sitios remotos. Siempre la seguridad ha sido uno de mis criterios principales al viajar.
Mi elección fue la Reserva Nacional de la Selva Amazónica de Tambopata, un lugar que siempre quise conocer y que era accesible desde Lima. Un vuelo de menos de dos horas hasta la ciudad de Puerto Maldonado nos acercaría al lugar donde comenzaría nuestra aventura navegando por el río Tambopata hacia Cayman Eco Lodge, donde nos hospedaríamos por algunos días.
Mientras nos alejábamos del bullicio de la ciudad y navegábamos por las aguas serenas del río Tambopata, el paisaje se transformaba, desplegando ante nosotros la majestuosidad de los árboles de la Amazonía hasta llegar a nuestro alojamiento.

Aves Jabirús a la orilla del río
Cayman Eco Lodge se encuentra en un lugar privilegiado, escondido entre las altas copas de árboles que cargan los colgantes nidos de oropéndola como si fueran bolsas pesadas.
El único ruido que había allí era el murmullo del río que se disipaba con el viento y el canto de diferentes aves que, según la hora del día, cantaban a turno.

Cayman Eco Lodge
Nuestra cabaña era muy modesta y tenía lo básico e indispensable para una estancia cómoda, pero, a la vez, en sintonía con la naturaleza. Estaba hecha de materiales naturales, como la madera, y del techo sobre las camas, colgaban mosquiteros de tul blanco para protegerte de cualquier bicho que husmee por allí.

Nido de Oropéndola
Los alrededores del lodge daban un sensación de serenidad e invitaban a explorar los hermosos jardines para tratar de identificar las plantas tropicales, palmeras y flores exóticas y coloridas.
Nuestra aventura en la selva, por supuesto, iba más allá del lodge y, gracias a nuestro guía Josleen Huatangari, los misterios de la selva y la riqueza de su flora y fauna fueron desvelados a modo de historias.

Guacamayos comiendo arcilla
Después de una noche de descanso en la cabaña, nos levantamos a las dos de la mañana. Armados con nuestras linternas, nos abrimos paso en la oscuridad de la selva para subirnos al bote y navegar en busca de guacamayos comiendo arcilla.
Estas hermosas y coloridas aves, que se ven a menudo atrapadas en jaulas como mascotas parlanchinas, estaban libres y en su hábitat. Los guacamayos son una especie amenazada, una de las causas es que utilizan los huecos de los troncos de los árboles para hacer sus nidos y la tala desproporcionada de árboles hace que no tengan donde anidar.

Mono Títi marrón
Al día siguiente durante nuestra caminata en dirección al lago Sachavacayoc, a medida que nos internábamos en la espesa vegetación y siguiendo el consejo de Jocelin de guardar silencio, se podían avistar hermosas aves y, en ocasiones, al mono Títi, que se movía con agilidad y hacía acrobacias entre los árboles en busca de hojas y frutas para alimentarse.
El tiempo en la selva puede cambiar de un momento a otro. La lluvia torrencial y el viento nos sorprendieron después de una larga caminata de más de tres horas cuando finalmente habíamos llegado al lago. Los ponchos de plástico, de tan mala calidad que usábamos para resguardarnos de la lluvia, sólo estorbában.

Lago Sachavacayoc
Cuando nos subimos a la pequeña canoa de madera para (supuestamente) dar un paseo por el lago y avistar anacondas y otros animales, nos dimos cuenta que no era un buen plan. Mantenernos sentados en la canoa por cinco minutos sin caernos fue un milagro. ¿Quién se quiere caer en las turbias aguas sabiendo que las anacondas podrían estar rondando por ahí?
Después de esperar a que disminuyera un poco la lluvia y disfrutar de nuestro almuerzo en un refugio, nos dirigimos a pie de vuelta a nuestro lodge.

Cayman Eco Lodge
Las tardes, contemplando el atardecer a orillas del río Tambopata, eran mágicas. La sala del comedor se iluminaba románticamente durante la noche con la electricidad del grupo electrógeno. Las cenas en el lodge eran una oportunidad para intercambiar historias con otros viajeros. En nuestra mesa pudimos conversar con una familia que había ido desde Suecia para ver los tesoros del Perú.

Capibara
Al día siguiente, con el corazón lleno de recuerdos, nos despedimos del lodge y emprendimos el regreso, llevando con nosotros nuevas amistades y esa energía y paz espiritual que sólo te puede dar la naturaleza.
Gracias a la organización y el cuidado de Cayman Eco Lodge, pudimos vivir una experiencia inolvidable y aprender no solo sobre nuestro frágil ecosistema en la selva del Perú, sino también sobre los desafíos que enfrenta.
Nuestro guía Josleen compartió su vasto conocimiento y amor por la naturaleza, revelándonos la complejidad y urgencia de preservar este entorno. ¡Ojalá y algún día podamos volver!

Mariposa Urania Leilus en Tambopata